Espacio Foto

Vladimiro Delgado
VLADI

VLADI

Del 24 de julio al 14 de setiembre de 2019.

Sin lugar a dudas, un homenaje se construye desde los sentimientos, desde la necesidad de querer tenerlo un rato más con nosotros. Vladi era un inquieto por todo lo que ronda al ser humano y la fotografía daba sentido a su vida. No recuerdo un día sin verlo manipular una cámara.

Como me es difícil despegar de lo que él decía, lo que priorizaba o las imágenes que mostró o no; fue fundamental el ofrecimiento de Álvaro, de Suci y de Solange, para poder encontrar un camino hacia la muestra. En un momento sentí que podría seguir sentada, hasta la mismísima eternidad, en medio de miles de fotos, de negativos y de archivos digitales. Porque pasar la mirada por ellos era detenerme en un momento, en una anécdota, en el intercambio crítico que hacíamos a diario con las fotografías de cada uno.

Fue importantísimo entender, conversando con Álvaro, que ésta es la muestra que le hacemos nosotros y no la que él haría. Y esto que para cualquiera puede ser tan obvio, no lo era para mí. Asimilarlo me ayudó, no solo en el proceso de gestar la muestra.

Me gustó ver cómo, desde una mirada objetiva, se juntaban imágenes de contextos diferentes, y armonizaban bien entre ellas. Así el almacenero de Villa Española, quedó junto al campesino de la Colonia Rossell y Rius. Dos imágenes separadas espacial y temporalmente. Martín, detrás del mostrador de su almacén, con un vaso de vino y de fondo El Ché, Batlle y Gardel. El otro, sonriente, en el interior de su rancho, fue sacado en el contexto de una muestra que se hizo en Durazno con fotografías de Vladimiro y textos de Luis Ramón Igarzábal (maestro y poeta duraznense).

Las fotografías de la Colonia Rossell y Rius las tomó como registro del despoblamiento causado sobre todo, a partir de quedar sin el tren. Un lugar de chacras y huertas, con gran producción agrícola, quedó con unas decenas de pobladores, casi todos gente mayor.

A cuento me viene una anécdota del almacenero de Villa Española. Martín era irreverente, capaz de decir disparates a los clientes sin medir las consecuencias. Vladimiro era de los pocos que seguía yendo al almacén, le divertía conversar con él. Un día entró una mujer a comprar 50 gr de manteca, cuando le preguntó ¿cuánto le debo? Martín contestó, me debe 200 pesos. La clienta asombrada dijo: ¡está equivocado eso no cuesta! Y él, enfático le dijo: mire Doña, el almacén es mío y yo cobro lo que quiero. Creo que el retrato captó bien la expresión de cómo era ese hombre.

Esta muestra de Vladi, además de un homenaje, es un necesario abrazo a quienes lo quisimos.

Graciela Gnazzo

Mucho agradezco a Suci Viera, a Solange Pastorino y a Álvaro Percovich, sin los cuales no se hubiese logrado la muestra. A Matías que digitalizó varios rollos y preparó los archivos para su impresión. Y a Gerardo por el apoyo y el impulso constante.