La vida se prolonga actualmente hasta un tiempo imposible de ser imaginado algunas décadas atrás. Es bueno verlo en los retratos que estoy haciendo. Al mirar estos retratos, se puede pensar en una larga perspectiva de futuro para mucha más gente en el planeta. Y podemos preguntarnos: ¿qué es lo que haremos hasta ese momento? O mejor aún: ¿lo que realizamos hasta aquí nos da la energía para llegar allá? Estas personas retratadas tienen historias y tal vez esas historias sean la llave para que podamos comprender. Quizá sus historias nos proporcionen una lección de vida, una lección de cómo continuar viviendo. Estos seres centenarios que encuentro por el camino me muestran mucho en sus expresiones: son personas habitadas por la vida, de la que ya aprendieron tanto. Las personas más ancianas se van quedando más quietas porque parecería como si el exceso de palabras les fuese inútil. Una imagen es también, como ellos, quieta. Pero una imagen susurra muchas cosas para los que prestan atención.

Este trabajo coloca al anciano en un nivel de gran importancia, la importancia que el arte del portrait otorga al fotografiado. Y su mirada, a veces interrogadora, a veces contemplativa, será siempre inquietante: “¿Me estás viendo?”. Vivimos una época en que la eterna juventud es glorificada, creando seres deformados por el ansia de detener el tiempo, los que se someten a innumerables artifícios para parecer eternamente jóvenes. Por contraste, esas miradas viejas, esas pieles marcadas y diseñadas por los años, ¿qué pueden decirnos? Son imágenes que a la vez inquietan y tranquilizan.